sábado, 3 de enero de 2015

Árbol caído

Gustavo Nigrelli
Por Gustavo Nigrelli


La derrota de Omar Narváez avivó polémicas y cuestionamientos a su carrera de aquellos que agazapados esperaban este momento con algunos argumentos débiles, otros falaces, y los menos, reales, pero más que nada, por temas de paladar. ¿Haber caído es nunca haber sido?
Árbol caído
Por alguna razón, los grandes maestros de las estadísticas dicen que la carrera de un boxeador debe ser analizada de adelante para atrás. Esto es, desde su final, hasta sus comienzos.

Tal mecanismo nos lleva a descubrir que El Más Grande, Muhammad Alí, perdió 3 de sus últimas 4 peleas. Y sus dos últimas en forma consecutiva -una antes del límite-.
Sugar Ray Leonard también perdió sus dos últimas, y la final fue por KOT 5 ante El Macho Camacho.

Pascual Pérez, a quien muchos ponen en el podio aquí, incluso por encima de todos, perdió 4 de sus últimas 6, y por si no quedara claro, las dos últimas por la vía rápida: KO 3 y KOT 6.
Salvo Monzón, que se retiró antes de perder –a los 35- los demás grandes campeones esperaron ese momento sobre el ring, quizás también por razones económicas.
La derrota del chubutense Omar Narváez por KO 2 a manos del japonés Naoya Inoue, aún fresca, aún doliente, y que sólo las Fiestas de Fin de Año congelaron momentáneamente, pretende para algunos borrar todos sus méritos, menospreciar su carrera, y pasar facturas ocultas tras sus éxitos inacabables, como si ellos hubiesen puesto una voluntaria careta a una realidad que recién ahora puede verse.
Narváez está al borde de los 40 años, edad en la que casi no existen deportistas en ninguna disciplina, y menos de elite. Las vigencias y alto rendimiento de Pascualito, Leonard y Alí se terminaron bastante antes que las de Omar, que mostró su primera debilidad a los 39.
Se lo acusa de no haber peleado con nadie, es decir, con ninguna figura, sin tener en cuenta que la máxima era él. No puede culpárselo por eso. Y si le hubiese ganado a Inoue, éste hubiera entrado en la bolsa de los "nadie" para los opinólogos de ocasión, que aparecen en estos momentos a hacer leña del árbol caído, con fundamentos vacíos.
Es que, por más estrella que se esté llamado a ser, Inoue tenía 21 años y apenas 7 peleas antes de enfrentar a Omar. Eso significa que tampoco ahora El Huracán peleó contra una figura. No es que al fin enfrentó a uno bueno y ahí se demostró "la mentira". No es que el mundo estaba esperando a Inoue para poner las cosas en su lugar.
Se lo acusa además de no haber salido nunca del país, argumento falaz si los hay. Sucede que fueron tantas sus defensas, que minimizó las que hizo afuera –nada menos que 8-. Leonard salió una sola vez y perdió –ante Mano de Piedra-. ¿Qué raro colonialismo hace pensar que nosotros tenemos más obligación de salir que ellos?
A esto se añade el hecho de que salir o no del país no depende de la voluntad de uno, sino de quien contrata. Si no se tienen ofertas, no se puede ir a USA o a Europa y pararse en el medio de un ring a ver quién se sube a pelear. Y a él no es que le lluevan ofertas y las rechace.
Narváez batió todos los records de longevidad como campeón en la historia de este deporte, ya sea de retenciones consecutivas, como de tiempo de permanencia, no importa si como local, como visitante, o contra quiénes. Con las mismas reglas que todos. No se tienen en cuenta esos parámetros para las estadísticas, y no van a implementarse ahora para desvirtuar el récord de Narváez.
Pero para qué abundar en datos si todos están acá, en un racconto que hizo el colega Marcelo González en su página de facebook.

Sin dudas, en otra época hubiese sido idolatrado, intocable. Un Embajador.

Lo que sí fue raro, fue verlo recibir tanto y caer por primera vez en toda su carrera -juntando amateurismo y profesionalismo-.

Tan raro como que lo contraten para ir a pelear a Japón contra un púgil de 7 peleas. Tan raro como su apagada imagen previa, y su físico imperceptiblemente cansino respecto de otras veces, vencido, como avejentado, aunque esto es por demás comprensible.
Raro también es que tras su victoria ante Felipe Orucuta, él haya por primera vez blanqueado públicamente que se iba a retirar a los 40 años, cuando antes jamás había puesto fecha de vencimiento más que las ganas, la motivación y la salud. Oh casualidad, justo después de expresar eso viene a perder.
Para algunos, es el final. Él declaró que seguirá, que no piensa aún en el retiro, menos con esta imagen. Pero cabe acotar que en la carrera de un boxeador hay dos retiros: uno es el de su último combate, es decir, el de la última vez que se sube a un ring.
El otro, es el día en que se dejó de ser, y eso es lo que aún falta constatar en Narvaes con otra pelea, que de perderla, no opacaría de ningún modo –más que fugazmente- una carrera de años, como tampoco las opacaron en ningún grande, que no de casualidad siempre tienen perdidas las últimas dos de su calendario personal.

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