jueves, 1 de enero de 2015

Ta-lento argentino


Gustavo Nigrelli
Por Gustavo Nigrelli


La falta de condiciones en el boxeo profesional argentino casero se ve sábado a sábado, y no se suple con esfuerzo, o no se ven los resultados del trabajo. ¿Culpa de quién? ¿Cómo solucionarlo? ¿Es inevitable depender siempre de las figuras del amateurismo?
Ta-lento argentino
Walter "Yacaré" Sequeira 
Decir, o comentar lo que pasa, es fácil, aunque hacerlo con objetividad y sin especulaciones es de por sí meritorio.
Pero lo realmente difícil es entender por qué pasan las cosas, analizar causas, y a partir de allí, anticipar consecuencias. Eso no implica brindar soluciones.
El boxeo argentino en este momento está padeciendo un problema, por ahora oculto con títulos mundiales que tienen fecha de vencimiento, tras lo cual es poco y pobre lo que queda.
La pelea que cerró el año boxístico a nivel casero el último sábado en Mercedes, Pcia de Bs As, entre Walter "Yacaré" Sequeira y Roberto Moreno –ganó el primero por puntos y retuvo el título latino interino mediopesado del CMB-, es la prueba irrefutable de eso. No por única, sino por reiterada.
Podrían revisarse velada tras velada a lo largo de 2014, que, salvo excepciones -en general entre las mujeres-, son pocas las veces en que se vio a un protagonista de atracción, ni hablar ya de una pelea. El resto osciló en el nivel meridiano para abajo del último sábado, independientemente de cómo fue luego el combate.
Una de las razones de este panorama ya se sabe: las figuras principales son campeones mundiales, o andan en eso. Pelean afuera una vez por año y no interactúan en el campo interno, porque además no tienen contra quién.
Otra, es el tapón que puso el boxeo amateur indirectamente desde la AIBA, que impidió el paso al boxeo rentado y dejó de nutrirlo.
Ahora bien. ¿El resto no puede hacer algo por mejorar? ¿Qué trabas o impedimentos tiene un púgil para irse superando día a día en el gimnasio, aunque no haya sido figura en el boxeo aficionado, ni estado en la selección nacional?
Ha ocurrido en los últimos tiempos, desde Chacón y Crücce hasta acá, que muchos se achancharon en el profesionalismo, porque les sobraba con lo que arrastraban del amateurismo: Cuellar, "La Joya" Chaves, Gumersindo Carrasco, Carrera, Maderna, Jonny Barros, Cachito Pérez, el Chino Maidana y hasta el propio Maravilla Martínez, por nombrar sólo unos pocos casos, bajaron su nivel paulatinamente al ver cómo decrecía la exigencia.
Venían de lo máximo a pelear contra lo más bajo. De enfrentar a experimentados, a hacerlo contra novatos en las primeras peleas rentadas, donde traían toda la furia del alto rendimiento, y con dos soplidos se acababa todo. Luego se vieron obligados a retomar su senda a medida que avanzaron, pero muchos de ellos yéndose a entrenar afuera, o cambiando de DT.
Y ahí está el problema. En general, salvo excepciones, los DT de los gimnasios argentinos tienen un techo. Infunden la confianza que su pupilo necesita, mas no los conocimientos. No logran que su dirigido evolucione, se pula, y lo aplique luego en el ring, si es que lo consigue  en el gimnasio.
La responsabilidad primera es del boxeador. Captar, aprender y ejecutar, aún sin ser un crack. Pero ante la falta de talento, para eso está el maestro. Estimular condiciones si las hay, desarrollarlas con esfuerzo si faltan.
La técnica básica puede impartirla cualquiera que la conozca, lo mismo que sacar rutinas de un libro y dejarlas anotadas, como hacía Amílcar Brusa en los últimos años. Pero no alcanza.
Alberto Zacarías, DT referente e hijo del Gran Santos –tal vez el mejor que haya habido aquí, con perdón de los Preziosa, los Porzio, los Rago, los Paco Bermúdez, los Brusa, o los Aldrovandi y tal vez autor de esta frase- definió una vez cómo catalogar a un DT: "por su producto", dijo. Cuánta verdad.
Los boxeadores suelen ser el fiel reflejo de sus maestros, algo en crisis en este país, quizás en el mundo. Y todo lo que nos lleve maximizar la maestría, más lo que demande su enseñanza, tardarán en forjarse nuevos cracks.
Sabios que sepan manejar las tres distancias, para enseñarle a sus pupilos la que más le conviene, o explotar los errores del rival que la ignore, o la equivoque. 
En el mientras tanto, estudiar a Narvaes o a Reveco para ver cómo hacen para llegar antes que sus adversarios siendo más cortos, sin ingresar primero la cabeza que los pies, sería un buen ejercicio autodidacta para los Sequeira y compañía, más todo el boxeo femenino, que –salvo excepciones- incurren en este defecto. Y por qué no también para los árbitros que lo permiten.
¿O habrá que esperar a que alguno de estos campeones se retire y se ponga el buzo y las manoplas, para transmitir abajo lo que tan bien hacen sobre el ring, contradiciendo el viejo adagio de que los grandes púgiles nunca han sido buenos técnicos? 

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